viernes, 24 de febrero de 2017

Him

Lo miraba. Más bien me fascinaba con las suaves líneas que enmarcaban su rostro pálido, las pecas dibujadas aleatoriamente en su piel, y su cabello cobrizo esparcido por la almohada. Su expresión era pacífica, pero sabía que en el mismo instante en el que sus párpados se abrieran, no quedaría ni un ápice de esa tranquilidad silenciosa que rodeaba el ambiente.
Éramos dos desconocidos amándose de manera abstracta. Nos necesitábamos desesperadamente, porque con el cruce de nuestras miradas y el delicado roce de nuestra piel, nuestras almas parecían un poco menos rotas, y nuestra felicidad, menos agrietada.

Sin embargo, lo que más me maravillaba, era la máscara con sonrisa y ojos brillantes que vestía ante el resto del mundo, pero que conmigo, se quitaba, dejándome ver los restos de unas lágrimas que nunca se atrevieron a salir, los trozos de sueños rotos que no llegaron a cumplirse y la luz apagada de sus ojos verdes, tan bellos que uno jamás pensaría que habían sido partícipes de actos tan crueles capaces de volver loca a la persona más cuerda.